Ganaderías bravas vejeriegas en la primera mitad del S. XIX

Se sabe que las grandes ganaderías de toros bravos no se llegan a formar hasta bien entrado el S. XVIII. En Andalucía podría decirse que es a finales de este siglo cuando esta actividad se desarrolla plenamente con grandes beneficios económicos y éxito en los ruedos. D. José Mª Cossío considera que, de todas las razas, la andaluza “debe ocupar el primer lugar”. Y añade que este toro fue fijado por dos grandes ganaderos, el conde de Vistahermosa y D. Vicente José Vázquez. Hoy, los entendidos en ganaderías bravas sitúan la de Vicente J. Vázquez en el origen de lo más selecto de las divisas nacionales. Pero esta actividad ganadera que muchas veces se presenta destinada casi exclusivamente a los aficionados taurinos, tuvo relevantes repercusiones sociales en el paso del S. XVIII al XIX. Así fue que la cría selectiva de ganado bravo se convirtió en uno de los negocios más sólidos y rentables de la época. Sin perder de vista todo ello, afición taurina, negocio y familia es mi interés dar a conocer algunos datos nuevos sobre la aportación de los ganaderos de Vejer a la fijación de la raza andaluza y, al mismo tiempo, apuntar la relación entre estas empresas ganaderas y el origen de grandes patrimonios locales.

De acuerdo con Cossío, la casta “vazqueña” se formó con lo mejor de los ganaderos existentes en Utrera, entre los que cita al marqués de Casa Ulloa, a Becker y a Cabrera. Pero no cita la relación existente entre Vicente J. Vázquez y el ganadero vejeriego Antonio José de Mera. Mejor, habría que hablar de la relación con la compañía formada por Dª Lucía de Gomar y sus dos hijos, Antonio J. de Mera y Dolores Mera.

Efectivamente, Lucía de Gomar, viuda de Joaquín de Mera Manzorro, formó compañía con dos de sus hijos menores, Antonio José y Mª Dolores, poco después de la muerte de su esposo, acaecida en 1802. Joaquín de Mera y Lucía de Gomar poseían, al tiempo de su matrimonio, hacia 1780, un capital mediano valorado en unos treinta o cuarenta mil reales. Hacia 1830, la compañía de Dª Lucía de Gomar y sus hijos Antonio José y Dolores Mera podría disponer de unos dos millones de reales. Tan sorprendente vuelco patrimonial tuvo su origen, en gran medida, en la creación de una ganadería brava familiar, la de los Mera de Vejer. Esta sociedad que contó con la buena gestión de Antonio José de Mera tuvo a dos empresarias excepcionales, a Lucía de Gomar, que administró y desarrolló la empresa y a Dolores Mera que la continuó. Nos ocupamos más ampliamente de esta saga familiar en el Boletín nº 7 de Amigos del País.

En 1818, los toros de Mera de Vejer, conocidos sobradamente en cosos andaluces, aparecen en Madrid. A partir de entonces esta ganadería considerada “vazqueña” no dejó de cosechar éxitos en las principales plazas de Madrid, Sevilla y Cádiz. Esta casta ganadera tenía su origen evidente en la selección de toros bravos de ganaderos locales y en la venta y trasiego mutuo entre sementales de Mera y sementales de Vázquez.

A la muerte de D. Vicente J. Vázquez, en 1830, la fragmentación de su ganadería por venta da pie a la formación de numerosas divisas regionales. La compañía Mera-Gomar adquiere un importante lote de reses por la suma de medio millón de reales. Con ello la ganadería de Mera se veía reforzada por la poderosa mezcla que constituía la raza vazqueña. En una crónica taurina de una lidia celebrada en Cádiz, en 1841, se cita a los “toros de Vicente Vázquez, hoy de Mera de Vejer”.

El fallecimiento de Lucía de Gomar y de Antonio José de Mera, en 1834, sitúan en lugar privilegiado a Dolores Mera de Gomar, a quien su hermano había nombrado heredera universal de sus bienes. Dª Dolores Mera, casada a la sazón con el coronel D. Juan Castrillón Folguera, se ve de pronto al frente del patrimonio de la antigua compañía Mera-Gomar. En sólo cinco o seis años la divisa “Mera de Vejer” se transforma en Castrillón. Aunque Cossío sitúa el nacimiento de esta ganadería en septiembre de 1842, primera corrida de esta divisa en Madrid, los toros de Castrillón ya eran bien conocidos en Cádiz, El Puerto, Ronda y otras plazas andaluzas, en 1840.

Entre los toros célebres de Castrillón cita Cossío a “Garduño” que recibió 17 varas, y fue toreado por “Cúchares” en Madrid, el 24 de octubre de 1853, y a “Enamorado” que corneó mortalmente al picador “Caíto” en Cádiz, el 30 de mayo de 1869.

Pero muchos años antes, en las crónicas taurinas de los años cuarenta, se hace constar la bravura sin igual de los “toros de Castrillón de Vejer”. En una crónica fechada en Cádiz, el 12 de junio de 1841, en El Nacional se dice: “Los toros de Castrillón han lucido su conocida bravura: los ocho que se corrieron ayer han matado veinte caballos y han sufrido 72 varas”. La verdad es que leyendo estas crónicas taurinas, la fiesta nacional se muestra bárbara, especialmente con los caballos, los más indefensos por entonces. Pero de las muchas corridas notorias de los años cuarenta de aquel siglo, mencionemos la celebrada en Cádiz, el 12 de julio de 1840, en la que se lidiaron seis novillos de Castrillón. Así se puede resumir la crónica: “Canastillo” recibió 11 varas y mató dos caballos. “León” recibió 18 varas y mató dos caballos. “Mata-caballos” recibió 13 varas, mató dos caballos e hirió a dos picadores. “Oliveros” recibió 24 varas y mató dos caballos. En total murieron once caballos en la plaza y dos al día siguiente. No en vano el cronista, después de alabar la bravura de estos animales, no sabía si se trataba de una “lidia de toros o de demonios de Castrillón”.

 

Noticia en EL NACIONAL sobre los Toros o «Demonios» de Castrillón de 1840